OPINIÓN: Con más confianza que pelo, Fellaini se merece un lugar


Alan Jacoby | RDU.Marouane Fellaini tuvo una corta etapa como delantero hasta que se consolidó como mediocampista. A los 17 años ya era parte de aquel mediocampo del Standard de Lieja conformado por el trivote Defour-Witsel-Fellaini que, cada tanto, se repite en la Selección belga. En ese equipo, la rompió y le valió su pase al Everton en 2008, equipo caracterizado por la captación de jóvenes promesas. Pagaron por él alrededor de 15 millones de libras y fue el pase más caro del fútbol belga para ese momento.
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Fellaini fue un pilar fundamental del mediocampo del Everton de David Moyes. Le fue muy bien y era querido en Goodison Park. Jugó 173 partidos, el 95% de titular, y anotó 32 goles, enorme cifra para un mediocampista. Su tradicional peinado hizo aparecer varias pelucas similares en las tribunas, proceso que se repitió en Old Trafford aunque por mucho menos tiempo.

En 2013, David Moyes llegó para sustituir el histórico cargo que dejaba vacante Sir Alex Ferguson. Fue “the chosen one” (el elegido) y tuvo una recordada bandera con su cara colgada siempre en la misma tribuna del Teatro de los Sueños. Y Marouane Fellaini llegó como el capricho de David Moyes, el único refuerzo de un plantel que necesitaba incorporar en el mediocampo. Ni Fábregas, Thiago o Ander llegaron. Fellaini era el apuntado por el nuevo entrenador y le dieron el gusto.

Ya son conocidos los problemas de resultados y rendimientos individuales y colectivos que tuvo el United de Moyes. A Fellaini le terminó pesando eso porque él era hombre del nuevo entrenador. No tuvo una buena temporada y no era descabellado (justo esa palabra) pensar en que tuviera un final parecido al del entrenador que lo trajo. Nunca se pudo ganar a los hinchas que cada vez que lo veían recordaban a Moyes. Lo que está claro es que el belga no es culpable del precio que se pagó por él (32 millones de euros), ni de cómo jugaba el equipo de Moyes, ni de que el DT lo colocara a realizar otra función.
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A mediados de este año, disputó el Mundial de Brasil con Bélgica. Siempre rindió en su Selección y no fue la excepción. En el debut, fue suplente ante Argelia e ingresó a los 65 minutos cuando su equipo estaba en desventaja. Se paró de delantero y tardó cinco minutos en cambiar el partido con un golazo de cabeza. Fue clave el gol porque resultó una inyección anímica para dar vuelta el resultado. De allí en más, fue titular. Sólo descansó un tiempo contra Corea, y estuvo desde el arranque ante Rusia, Estados Unidos y Argentina. Fue uno de los mejores entre los 23 belgas convocados.

Se incorporó tarde a la pretemporada ya comandada por Louis van Gaal, al igual que muchos de sus compañeros que pasaron los octavos de final en Brasil. Otra vez a luchar por un puesto. Tuvo su oportunidad en el último amistoso, ante Valencia y en Old Trafford: ingresó y cada vez que tocaba el balón, era ovacionado. Pero de forma irónica, un hecho lamentable. La relación con los hinchas parecía rota y se hablaba de una posible salida al Nápoli. Jugó bien y convirtió el gol de la victoria sobre el final y lo festejó enojado, con razón. Algo decía que se merecía otra oportunidad.

Una lesión le hizo perder terreno y volvió a jugar recién ante West Bromwich Albion ingresando en el entretiempo. Hizo un golazo para empatar transitoriamente el partido: recibió de Di María, controló, escapó, se acomodó para la derecha y sacudió la red. Después, vino el Chelsea y Marouane fue titular, recibió un gran respaldo de van Gaal. Nuevamente, el belga respondió y fue de los mejores de la cancha. Omnipresente, todoterreno, anuló a Fábregas, y casi convierte en la jugada que finalmente fue el empate de van Persie.
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Si buscamos tres virtudes, encontramos: su constante llegada al gol, pisando el área repetidas veces; que nunca para de correr durante un partido, jamás se cansa; y por último, la capacidad para bajar, dormir, la pelota con su pecho y aguantarla de espaldas cuando la jugada pide eso. Sirve para darle tiempo a los compañeros a que lleguen a apoyar, para conservar la posesión y además para perder algo de tiempo, ¿por qué no? También se pueden nombrar tres defectos: su lentitud, el excesivo traslado del balón cuando a veces es preferible jugar a uno o dos toques, y su peinado, claro que sí.

Tal vez no sea de los preferidos de van Gaal. No parece ser un jugador que él hubiese ido a buscar. Lo importante es que el holandés tiene una variante para un puesto que no tiene un dueño. Blind es titular, Ander Herrera sube y baja su rendimiento, Carrick recién está volviendo, Anderson no juega, y Fletcher es el segundo capitán con menos minutos de la historia. Fellaini se está haciendo un lugar, está lleno de confianza, y si juega, hay que bancarlo porque está demostrando que quiere quedarse para triunfar en el Manchester United.




Sobre el autor:

 Alan Jacoby. Periodista. Argentino. Hincha de River Plate y Manchester United.

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About Alan Jacoby

Periodista integral y deportivo. Argentino

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