El período de transición que vive el Manchester United se está haciendo eterno. Un club es grande por los logros, por los seguidores, por las figuras, y también por las exigencias. Luego de más de 500 días en el cargo, el equipo de Louis van Gaal no logra entusiasmar a los hinchas desde el juego, ni convence con los resultados. El fastidio aumentó cuando se desperdiciaron dos chances que hubiesen acomodado al club en las competiciones: no pudo asegurar la clasificación a Champions League de local, ante PSV Eindhoven, con todo el escenario a su favor, y tampoco consiguió subirse a la cima de la Premier, bajando al puntero Leicester.
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Foto: archivo RDU |
Van Gaal entendió que un equipo se arma de atrás hacia adelante, y asumió el desafío. Tuvo que conformar una defensa nueva que, mientras se acomodaba al esquema y al funcionamiento, seguía haciendo figura a su arquero. Esta temporada, ya sin tantos defensores lesionados y con un equipo mejor balanceado en el mediocampo, mejoró mucho el rendimiento en aquel sector. Recibe muy pocos goles, marca mejor, se defiende con la pelota, y David De Gea pasó de tener cinco o seis atajadas increíbles, a sólo una o dos por partido porque al United le llegan menos (tuvo catorce vallas invictas y sólo diez equipos lograron convertirle en veinticuatro partidos).
Sin embargo, el déficit de los Red Devils está en el aspecto ofensivo. No es una carencia que se plantea ahora, sino que se viene arrastrando desde la época de David Moyes. Luego de la extraordinaria campaña de Robin van Persie en el último año de Ferguson, en la que aportó muchos goles claves para el título, las lesiones lo persiguieron durante dos temporadas a tal punto que, si bien cuando podía jugar se anotaba en el marcador, fue más el tiempo que pasaba afuera que adentro de las canchas. Se terminó marchando de Old Trafford, al igual que otros tantos atacantes.
Luis Nani jamás jugó con Van Gaal: primero, se fue a préstamo al Sporting de Lisboa (como parte de pago en el pase de Marcos Rojo) y, luego, siguió los pasos del delantero ex Arsenal. Danny Welbeck y Shinji Kagawa jugaron en la pretemporada post Mundial de Brasil, pero no lograron convencer al entrenador y también se fueron. Radamel Falcao llegó con el cartel de fichaje top, pero tampoco demostró ser la solución a la falta de gol; otro que se fue. Ángel Di María fue de mayor a menor, jugó en todos los sectores de la mitad de cancha hacia adelante y no logró aportar esa cuota de desequilibrio que se le exigía; eligió irse por sus diferencias con el director técnico. Javier Hernández estuvo a préstamo en Real Madrid y fue importante cuando el Merengue no pudo contar con Karim Benzema; cuando volvió, tuvo algunas chanches, pero el penal errado, con la serie liquidada, ante Brujas hizo dudar a Louis (también se marchó). Los jóvenes Adnan Januzaj y James Wilson tampoco supieron aprovechar las pocas chances que se les presentaron y se les buscó una salida a préstamo para que tuvieran un poco más de continuidad.
Memphis Depay y Anthony Martial llegaron para compensar tantas bajas y, de arranque, entusiasmaron. Con el correr de los partidos, ambos fueron perdiendo protagonismo: primero, Memphis bajó el nivel que lo llevó hasta ser suplente; y después, el francés se fue perdiendo porque estuvo poco acompañado, siempre intentó hacer más de lo que pedía la jugada aunque, por tanto insistir, a veces logra pasar entre varios rivales, pero termina sin poder finalizar la jugada. Ambos son muy voluntariosos, pero no deben ser ellos quienes carguen con la responsabilidad de hacer la diferencia. Wayne Rooney tampoco ha estado lúcido, y el equipo lo siente. Aquel hat-trick ante Brujas fue un espejismo. El capitán cuenta con privilegios por serlo y, siempre que esté disponible, va a jugar, aunque tampoco demostró ser la solución a la carencia de ideas que tiene el equipo para asociarse en ataque. Por su parte, Juan Mata ha sido el que más se destacó en el último tiempo, aunque recientemente estuvo un poco apagado. El que más intenta cambiarle la cara al plantel es Jesse Lingard, que aporta rebeldía y velocidad, crea oportunidades y fabrica espacios, pero no ha estado fino de cara al arco. Por último, Marouane Fellaini fue inventado como delantero falso para aprovechar su juego aéreo, pero no resultó ser una carta ganadora.
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Foto: Getty Images |
Por lo expuesto, se concluye en que el sistema de juego no ayuda a que quienes se encargan de generar riesgo en el arco rival lo hagan de manera efectiva. El juego posicional que plantea Louis van Gaal hace que el ataque sea previsible. Ante los obstáculos que plantean los rivales, que en general se defienden con mucha gente cerca de su arco, no se ve un juego fluido que pueda desorganizar esa oposición. No hay paredes, cambios de ritmo, ni sorpresa. Todo movimiento parece estar previamente anunciado en un libreto del cual los intérpretes no pueden escapar, no hay lugar para la improvisación, el desmarque y la creatividad.
La escena se repitió muchas veces: un conjunto que intenta romper con una defensa compacta y un contrincante que trata de impedir que le conviertan. Todos los partidos se reitera la secuencia en la que el Manchester United tiene la posesión de la pelota, pone jugadores en campo rival y le cuesta quebrantar a un equipo que resiste y apuesta a acertar y concretar en un contraataque. Casi siempre, le cuesta generar peligro, elaborar una cantidad suficiente de situaciones de gol, por lo que no sólo hay un déficit en la definición, que también es un punto débil.
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Foto: archivo RDU |
Con este modo de jugar, se ha ganado con claridad, se ha ganado con lo justo; se ha perdido muy poco; se ha empatado demasiado (acumula cinco empates en cero en los últimos nueve partidos). Es decir, no es un sistema que dé garantías en ataque, a tal punto que Paul Scholes lo calificó de “aburrido”, pero que sí ha consolidado al equipo en defensa. Louis van Gaal expresa su enojo cada vez que un jugador pierde la pelota, él pretende que cada pase sea seguro, a un compañero, lo que implica que no se asuman riesgos. No se ve un pase entre líneas, nadie rompe el esquema, se utiliza muy poco el remate de afuera del área y, cuando las cosas no salen, se abusa de los balones aéreos.
El rendimiento del Manchester United va más allá de los resultados. Estos últimos dependen más de la inspiración de a quien se enfrente, que de la propia, que se mantiene en un nivel parecido todos los partidos. El estilo de juego no entretiene ni emociona. Se insiste en la idea de asegurar la pelota y no asumir riesgos. Hay un excesivo temor a equivocarse. Se lleva adelante un juego previsible en el que no vale la rebeldía, no hay lugar para ser creativos. Los atacantes seguirán chocando mientras no haya libertad de expresión.
Por: @patojacoby
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