Old Trafford soñaba con otra noche mágica en una competición europea, esta vez, en la Europa League. La ilusión de la remontada ante Liverpool estaba más vigente que nunca cuando el equipo salió a la cancha. Louis Van Gaal eligió el sistema de siempre, 4-2-3-1, con los siguientes jugadores: De Gea; Varela, Smalling, Blind, Rojo; Carrick, Fellaini; Mata, Lingard, Martial; Rashford. Las novedades fueron que Mata se situó sobre el carril derecho, con tendencia a cerrarse para permitir el avance de Varela. Por su parte, Lingard jugó con mucha libertad, cayendo con frecuencia hacia las bandas. La movilidad de Rashford también fue importante, y principalmente, Martial en donde más cómodo se siente: la banda izquierda, mano a mano ante el defensor de turno.
Manchester United salió a jugar el partido con la decisión que correspondía por estar 0-2 en el global. Se paró en campo rival con autoridad y muchas variantes en busca del gol. El ya mencionado Martial volvió loco a Clyne, y también Rashford, a pesar de su juventud, complicaba a la dupla central de Liverpool. Lingard aportó con su verticalidad para romper líneas, y tener a Fellaini cerca en el área era una amenaza para la visita. El sistema, ya con el belga mucho más cerca del área, fue un 4-1-4-1. El retroceso no era bueno y Liverpool generó algunas situaciones, pero aquel era un riesgo que debía correrse para dar vuelta la serie. Old Trafford tuvo más fe que nunca cuando el insistente de Martial generó un penal y se encargó de convertirlo. Era el 1-0, y se estaba a tiro de cumplir el objetivo.
Sin embargo, el no haber convertido en Anfield era el gran problema. Con un sólo gol, Liverpool pondría en jaque todo intento de remontada, obligando a los "Red Devils" a ganar, como mínimo, por tres goles de diferencia. Y los de Klopp sabían eso, por lo que nunca eligieron encerrarse en su campo. Alinear en cancha a Coutinho, Lallana, Sturridge y Firmino fue una declaración de intenciones. Las situaciones para los visitantes comenzaron a llegar: Sturridge reventó el travesaño, De Gea se lució en una gran atajada, y Henderson falló cara a cara contra el español. Minutos después de que Rojo fallara lo que pudo ser el 2-0, llegó el baldazo de agua fría: Coutinho recibió como extremo izquierdo y se sacó fácilmente de encima a Varela. Ingresando al área, definió a un primer palo que raramente, De Gea dejó descubierto. Fue un golazo para el 1-1, que hacía realidad la pesadilla del United. Había que convertir tres goles. Demasiado para un equipo con tantas limitaciones.
En el segundo tiempo el equipo fue, fue, y fue. Sin claridad, por una cuestión lógica, pero con mucho empeño en todos sus jugadores. Más allá de imprecisiones, Manchester United jugó con sacrificio y verguenza deportiva. Fue en busca de el primero de los tres goles que necesitaba, y generó muchas situaciones, pero se erró en la definición. Van Gaal realizó cambios poco entendibles. Valencia por Varela para tener más profundidad en ataque, quizás. ¿Pero Darmian por Rojo? ¿Schweinsteiger por Carrick? No fueron variantes para cambiar el curso de un partido. En el banco quedó Memphis Depay, que si bien no encontró la regularidad desde que llegó, pudo haber exigido aún más a la defensa del Liverpool. Al resto, no se puede reprochar mucho. De Gea falló en el gol, pero respondió brillante durante el resto del partido. Quizás se esperó algo más de Mata y Fellaini. Las buenas cosas mostraron sirvieron de poco tras el pletórico Coutinho, que además del gol, tuvo una noche consagratoria a nivel internacional. Martial, Rashford y Lingard lo intentaron bien durante todo el partido. En ellos habrá que basar los cimientos de cara a lo que resta de temporada. Lo cierto es que la remontada no pudo ser a pesar de haber dejado todo. En Anfield se fueron demasiadas chances: se pagó caro la apatía y la falta de compromiso con la que se jugó aquel clásico.
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