Estado febril

La fiebre es una de las enfermedades más comunes. Indica que la temperatura corporal no es la adecuada para poder afrontar los diversos compromisos de la vida diaria. El Manchester United de José Mourinho sufrió de este problema en su visita a Crystal Palace. 

FOTO: Depor.com
 Lo común de la fiebre es que surge de manera repentina. Hay ciertas consejos para evitarla, pero de un momento para el otro, aparece. El diagnóstico de porque nos enfermamos nunca es claro. El Manchester United no logra salir a flote desde la salida de Sir Alex Ferguson, y al igual que en casos de fiebre, no puede encontrar los motivos de su enfermedad. Intentó con David Moyes y dedujo que necesitaba a un técnico con más experiencias, pero el paso de Louis van Gaal no resultó. Se probó con jugadores jóvenes y prometedores, pero luego se comprobó que Old Trafford no resistía una temporada viendo la Champions League por televisión. Ante esto, se invirtieron millones en jugadores de calidad, pero juntarlos a todos tampoco funcionó. Llegó entonces a Manchester un tal José Mourinho, ganador, obsesivo, trabajador al detalle. Se esperaba encontraría el problema. Aún es temprano, pero las irregularidades continúan aunque los nombres cambien una y otra vez. En su visita al Selhurst Park, estadio del Crystal Palace, las consecuencias del estado febril estuvieron una vez más latentes.

Con un 4-2-3-1 que incluyó a Juan Mata, Paul Pogba y Wayne Rooney por detrás del sueco Zlatan Ibrahimovic, la calidad individual una vez más estuvo garantizada, pero en el fútbol, y sobre todo en la Premier League, la paridad es tan grande que son los colectivos los que llevan al triunfo. Estaba entonces la duda de ver si el Manchester United podría ganar en condición de visitante. Los primeros síntomas fueron favorables: orden, primero para tenencia, y ocasiones de gol más tarde. El equipo de José Mourinho hilvanaba buenas jugadas, con movilidad, ataques al espacio y pases en profundidad. Como en casos de fiebre, no había mucha explicación: simplemente esta vez sucedía. No era el mejor equipo del mundo, pero los jugadores se mostraban con confianza para superar al rival. Sin embargo, la falta de puntería comenzó a generar dudas. La fiebre alta no permitía entender en qué se fallaba y los miedos comenzaron a aparecer. El gol de Paul Pogba, sobre el final del primer tiempo, fue un gran desahogo. El termómetro indicaba que después de la confusión, todo iba mejor.

Pero como la fiebre, el Manchester United tiene recaídas. En el segundo tiempo todo se desbarrancó. Las defensas volvieron a ceder y la temperatura corporal dejó al equipo perdido, sin entender qué sucedía. Como un mounstruo comun en pesadillas, el Palace acechó al equipo de Mourinho. Le quitó la pelota y lo sometió. Luego, para confirmar la enfermedad, le asistió un golpe al mentón con un golazo a puro toque, velocidad y precisión. Los miedos reaparecieron. La irregularidad una vez más dijo presente.

Era fiebre, sin dudas. En estos casos son comunes los enojos y berrinches, y eso fue lo que mostró Wayne Rooney cuando el entrenador lo quitó para incluir a Marcus Rashford. De estar cerca de convertir el gol récord a sentirse impotente ante otro resultado adverso. Otro afectado era Paul Pogba, enfadado consigo mismo por malos controles y pases erráticos, con el árbitro por un supuesto penal no cobrado, y hasta con su compañero Zlatan Ibrahimovic por no devolverle un pase. Pero fue el francés quien venció a la fiebre con su habilidad. Primero la reconoció para asumirla. Puso el cuerpo y se sintió fuerte cuando su rival quedó en el piso. Encaró hacia el frente, decidido a volver a tomar el control de su salud. Luego soltó un pase perfecto para Ibrahimovic, que corrió habilitado perfilado para su zurda y tuvo tiempo para relojear hacia el arco para ver que el arquero y la fiebre intentaban achicarle el ángulo de tiro. Pero la zurda de Zlatan, por suerte para Mourinho, encontró la red y el termómetro indicó que todo volvía a estar bien. En el pitazo final se vieron muchos festejos, abrazos y puños apretados, como si se hubiera avanzado de ronda en Champions. Tanta algarabía era porque una vez más se le ganó a la fiebre y a la irregularidad.Y ese es el primer paso para que las noches de Champions vuelvan a ser una realidad.

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